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La formación técnica de Clara Yáñez como artista está tan profundamente arraigada a sus propios métodos para domesticar los materiales con los que trabaja, que la mayoría de las veces prefiere ignorar cualquier estilo o formula histórica o académica para hacer arte. Firme en su convicción de que no solo no es una artista, sino que lo que hace tiene, poco o nada, que ver con lo que cualquier persona llamaría arte, Yáñez posee la convicción profunda para perseverar en su evocación diaria de elaborar figuras de otro mundo, profundamente expresivas, con los defectos y vulnerabilidades de los mortales comunes y corrientes.

 

Un ejemplo de la singularidad de su disciplina técnica es que le permite a Yáñez proyectar en una humilde capilla chilota de madera del siglo XIX y ver en ella, tanto una visión de un pasado olvidado como de un espacio contemporáneo para la variadas creencias espirituales y religiosas de las personas. La principal de esas creencias es que la mayoría de las religiones funcionan como una forma de vigilar y castigar, donde afortunadamente no se puede minimizar la presencia y los efectos del misterio y la mitología como otra racionalidad que estimula la imaginación y la producción creativa.

 

Otra razón más por la que Clara Yáñez prefiere que no hablemos de su trabajo como arte, ni de ella como artista, es que durante toda su vida ha estado rodeada de familiares muy artísticos, al grado de que expresarse haciendo algo de alto valor estético fuese personalmente imposible. Por eso tal vez, los resultados, no son algo a lo que se le pueda poner etiquetas, sino que más bien, se trata de “cosas” que uno simplemente hace. Llevando ese pensamiento un paso más allá: su proceso de tallar o colorear una figura más que ver con otras formas cotidianas y lugareñas de trabajar la madera que con una pintura al óleo o una video instalación. Solo por esta razón, despojarnos del aura de preciosismo que tiende a adherirse a cualquier cosa clasificada como "arte" es un buen primer paso para aceptar que cualquier cosa expresiva hecha por manos humanas es transparente y legible para todos nosotros.

Texto por Dan Cameron y Ramón Castillo

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