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La maestra cestera huilliche, Ismenia Duamante, vive y trabaja en el sector de Agoni Alto, en la Comuna de Queilen. Junto a su madre, recorrer el campo, y recolectan varios tipos de juncáceas, entre ellas el junquillo, la manila, la totora y el boqui, especies cada vez más escasas en su territorio. Con estas fibras naturales inicia la urdimbre y la trama que progresivamente toma diversas formas, desde las utilitarias y funcionales hasta las puramente decorativas, tanto para uso doméstico y familiar, o como modelos para la enseñanza a través de talleres, y también por encargo o autoencargo para participar en ferias o encuentros costumbristas.

 

Ismenia viene de un oficio que aprendió en la infancia, viendo cómo su madre y su abuela transformaban los materiales de la naturaleza, ubicados entre quebradas y cerros, en los humedales y bosques de las zonas no urbanizadas. Los diferentes usos y formas de estas fibras solucionan problemas domésticos y funcionales de acarreo, traslado, acumulación, y al mismo tiempo tienen la función de embellecer el entorno. 

Aunque Ismenia tiene su taller a pocos metros de la casa, los espacios de alrededor de la cocina a leña son para organizar las diferentes etapas de la cestería: recolección, cocimiento en grandes ollas y secado para que no se altere su textura y color entre las manos. Cuando teje, siente que sus dedos se mueven solos, que sus manos forman parte de una danza que transforma el caos visual y las matemáticas difusas en un patrón geométrico triangular o cuadrado, cónico o cilíndrico. La fibra retorna al mundo convertida en una pilgua, en canasta, en una pantalla de lámpara o un frutero.

Texto por Dan Cameron y Ramón Castillo

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