
En esta ocasión, Alfredo Jaar y Osvaldo Güineo, exhiben en la Capilla Azul haciendo visible su historia, arquitectura y función anterior. La presencia de la memoria de los sacramentos y otros actos de fe comunitaria, y una piedad personal que llenó este espacio por casi toda su existencia, convive con su función expositiva actual, configurando una secuencia de lecturas dinámicas, acertadas, diversas y/o superpuestas. Esta pequeña capilla, cada tres meses se puebla de obras de arte que actúan como una "tabula rasa" (borrón y cuenta nueva), cada vez que se presenta una nueva exposición. La imaginación no tiene que esforzarse demasiado, por repoblar el espacio debido a su apariencia, ya que a través de las diversas obras realizadas por las y los artistas, de una u otra manera, se evocan las imágenes, formas, colores y música ceremonial que desapareció, y con ella el coro de “amén” murmurado en la celebración o el recogimiento.





















