MAR INTERIOR
Clara Yáñez & Guillermo Grez
Mayo - agosto de 2023
Clara Yáñez y Guillermo Grez son dos residentes de Chiloé de larga data que, como artistas, han desarrollado sus prácticas creativas en relativa soledad, utilizando pasillos, comedores y otros espacios domésticos, así como estudios convencionales, para ejercitar su creatividad en un formato expandido. La artesanía se fusiona con las bellas artes en las obras de ambos artistas, que nacen de motivaciones privadas y de una economía de recursos básicos siempre al alcance. Yañez trabaja metódicamente la madera, tallando imágenes de animales y humanos en ramas de árboles que encuentra cerca de su casa, mientras que Grez produce ensoñaciones oníricas utilizando una amplia gama de medios y técnicas, como el dibujo, el collage, el diseño de ropa y la escultura.


Clara Yáñez
La formación técnica de Clara Yáñez como artista está tan arraigada en sus propios métodos de trabajo que la mayoría de las veces prefiere ignorar cualquier estilo o fórmula histórica o académica para crear arte. Firme en su convicción de que no es artista, y a pesar de creer que lo que hace tiene poco o nada que ver con lo que cualquiera llamaría arte, Yáñez persevera en su evocación diaria de crear figuras profundamente expresivas de otro mundo, con los defectos y vulnerabilidades de los mortales comunes.
Un ejemplo de la singularidad de su destreza técnica es la facilidad con la que la obra de Yáñez se integra en la humilde capilla chilota de madera del siglo XIX, proyectando en ella una visión de un pasado olvidado, así como un espacio para las creencias espirituales y religiosas actuales. La principal de estas creencias es que la mayoría de las religiones funcionan como un medio de control y castigo, mientras que la presencia y los efectos de la mitología y el misterio se convierten en un estímulo para su imaginación y su producción creativa.
Otra razón por la que Clara Yáñez prefiere que no hablemos de su obra como arte, ni de ella como artista, es que a lo largo de su vida ha estado rodeada de familiares con un gran talento artístico, hasta el punto de que expresarse creando algo de gran valor estético parecía imposible. Quizás por eso sus obras no son algo que se pueda etiquetar fácilmente en términos de estilo o precedente histórico. Más bien, son simplemente "cosas" que uno hace. Llevando esta idea un paso más allá, su proceso de tallar y colorear una figura tiene más que ver con la tradición local de trabajar la madera que con la creación de una pintura al óleo o una videoinstalación. Solo por esta razón, desprenderse del aura de preciosismo que suele asociarse a todo lo clasificado como "arte" es un buen primer paso para aceptar que cualquier cosa expresiva hecha por manos humanas es transparente y legible para todos nosotros.

Guillermo Grez
La artesanía se fusiona con el refinamiento artístico en las obras de Guillermo Grez, en la medida en que surgen de una motivación limitada por sus humildes recursos. Su obra es fruto del instinto y la necesidad interior, manifestándose con desesperación y serenidad, como si estuviera destinada a resistir la soledad y el paso del tiempo. Su conciencia de un futuro irremediable y del arte como forma de resistencia que deja huella, es un hilo conductor en su obra.
El bucólico y solitario Grez, tras una profunda transformación personal que emprendió a su llegada a Chiloé hace décadas, produce un arte multifacético que se presenta como una cosecha abundante. Autodidacta, más por temperamento que por elección, Grez ha desarrollado su arte a partir de una profunda necesidad de retener e interpretar los detalles de un viaje metafísico que abarca toda su vida. Entre otras fuentes de su obra se encuentra una práctica diaria de contemplación que le ha ayudado a generar un inmenso vocabulario de personajes simbólicos y estructuras icónicas, todo lo cual teje en una intrincada narrativa de deseo, asombro y dicha.
Debido a que cambia materiales y técnicas con aparente escaso esfuerzo, una visita al estudio de Grez ofrece una inesperada variedad de imágenes en forma de pinturas, dibujos y collages. Estas también se pueden encontrar en las lujosas vestimentas ceremoniales o en sus relieves, íntimamente ensamblados, en cartón o madera. Esto puede dificultar la caracterización del arte de Grez mediante descripciones convencionales de medio, forma y contenido. Según su propia descripción, las obras que creó oscilaron durante años entre la artesanía y las bellas artes.
Hoy en día, lo primero que muchos espectadores perciben en su obra es la originalidad de una obra precisa y delirante. A veces, la sensibilidad de Grez se asemeja a la de un miniaturista, con un toque de realismo mágico. En sus obras de mayor tamaño, percibimos una tensión dinámica que oscila entre los detalles densamente entrelazados de los materiales y las texturas, y la composición multicapa que abre múltiples mundos.
Firme en su decisión inicial de que su vida chilota siguiera la trayectoria interior especulativa de un artista, hoy el arte de Guillermo Grez surge directamente de la inspiración que encuentra en su hogar adoptivo. Como tantos expatriados a lo largo de la historia, Grez nunca buscó ser adoptado por Chiloé, sino que rinde un continuo homenaje a su gente, su cultura, historia, secretos, sabiduría y mitos. A su manera, Grez ha dedicado su imaginación al estudio de su propia vida interior, que a su vez se ve poblada de destellos de una realidad cotidiana que resuena con algo inconfundible y misteriosamente chilote.












